Endeudarnos por algo que valga la pena y sanear una histórica deuda ambiental y social

 Por Raúl Figueroa) A primera vista, la imagen es bella, a tono con estos días. El traje rojo de Papá Noel, una bolsa con golosinas y algunos chicos alrededor para recibir los regalos. Sin embargo, a poco de abrirse el plano surge el contraste: basura esparcida alrededor del área costera, impactando de lleno en la zona cercana al mar, en amplias enclaves barriales que reciben no sólo la desaprensión de quienes crean basurales clandestinos a su antojo, sino que además se ven impactadas diariamente por la descarga de 50 millones de cloacas crudas que van a parar al mar, con las cloacas de toda la ciudad.

¿Es bueno endeudarse? Todo depende para qué y en qué condiciones. Si el préstamo se toma para cancelar otras deudas anteriores, que son de carácter ambiental y social, pero además se contrae en condiciones favorables y saneando un problema histórico de la ciudad, acaso es una alternativa por la que conviene ir a fondo.

La posibilidad de obtener, por parte del municipio de Comodoro Rivadavia, un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por alrededor de 40 millones de dólares (o unos 1.700 millones de pesos), con tasa del 4% y a 15 años de plazo de pago, es parte de la agenda con la que se cierra el complicado año 2018 y se proyecta como un objetivo a plasmar en 2019.

La necesidad de un acuerdo

Será necesario, seguramente, un acuerdo político y social: si hace algunos meses se había autorizado desde el Concejo Deliberante a salir a colocar un bono de deuda por un monto similar, pero con una tasa del doble de interés y en menor plazo (lo que obliga a desembolsos más abultados en poco tiempo), la condición más favorable del BID (con apoyo del gobierno nacional, también es justo reconocerlo en este caso) aparece como una opción mucho más conveniente que la anterior.

Resulta, una forma también, de asumir la responsabilidad por el propio destino. Ya sabemos que no vendrán (como no vinieron en los últimos 20 años) los fondos necesarios desde Nación para resolver algunos de los grandes problemas de la ciudad. Sin embargo, esta opción de al menos contar con apoyo para salir a obtener un préstamo en condiciones blandas, es una alternativa que merece explorarse.

El tema debería evaluarse no sólo desde el punto de vista de la ingeniería y el ambiente, sino también desde la perspectiva social. La resolución técnica implica la construcción de dos emisarios submarinos, previo tratamiento primario (una primera separación entre sólidos y líquidos) para evitar que continúe produciéndose el gran impacto bacteriológico, que hoy provoca por ejemplo que sólo dos playas estén habilitadas en la línea costera de la ciudad (la costanera y Caleta Córdova hacia el norte).

Una deuda social

Pero también significaría, si se adopta la decisión finalmente (más que de un gobierno: de toda una ciudad que deberá avalar el pago por los próximos 15 años), resolver una histórica deuda social. Porque, al cabo, si resulta natural arrojar 50 millones de litros de mierda por día a nuestras costas, ¿en qué escala de sanciones cabe la multa por los bidones de agua, latas, electrodomésticos y otros desperdicios de la obsolescencia programada y el hiperconsumo? Resolver el tema de los efluentes cloacales es una reparación ambiental histórica indiscutible (al igual que el problema del agua), pero al mismo tiempo opera simbólicamente, como una decisión del conjunto social para dejar de arrojar los desperdicios no sólo hacia el mar, sino a las personas que viven junto a él.

De este modo, la imagen comentada al comienzo de esta columna adquiere otro valor. No se trata ya de la postal naturalizada y dolorosa de aquello a lo que nos resignamos tras décadas de frustración, sino de un punto de partida para revertir algo que debería avergonzarnos. Y así, endeudarnos por algo que valga la pena (es decir: por una obra concreta y necesaria, no para garantizar negocios a intermediarios ni generar fondos para el enriquecimiento ilícito de funcionarios inescrupulosos), para resolver un problema actual y para las futuras generaciones, acaso sea se la decisión más madura que una sociedad puede adoptar en el ejercicio de su derecho ciudadano.

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