Por Raúl Figueroa) Los hitos de producción que puede mostrar YPF hoy en Chubut contrastan con la debacle productiva que la operadora arrastraba en todo el país –si bien con excepción en esta provincia, en los últimos años- y se enmarcan en un cambio de tendencia de la compañía, que de forma incipiente apunta a que los índices positivos sigan creciendo para avanzar hacia la meta del auto abastecimiento energético. Ello es fundamental para empezar a reducir el actual déficit de la balanza comercial del país, que todos los años debe drenar miles de millones de dólares para la compra de gas importado, a lo que se sumará el petróleo en el año 2017 si es que no se revierte profundamente la tendencia negativa actual. Los logros se amplifican si se considera que el 90 por ciento de la producción de la cuenca es agua y sólo el 10 por ciento restante, petróleo; lo que obliga a doblegar los esfuerzos y a agudizar el ingenio y capacidad de trabajo. Los hitos también contrastan con una realidad en la región que hace tambalear la estructura productiva, debido a que cada situación de conflicto –cualquiera sea su origen y núcleo de responsabilidades, más allá de la legitimidad que los cobije- termina afectando severamente la producción de las operadoras y la actividad de empresas de servicios. El debate por la renta petrolera ha encontrado en el último año un canal de discusión adecuado, con las metas y exigencias fijadas en el marco regulatorio hidrocarburífero, por el cual Comodoro Rivadavia comenzará a recibir nuevos fondos para infraestructura. Si hay más para discutir en ese ítem, el debate debería trasladarse al seno legislativo, al terreno de las normas y los argumentos. La sucesión de piquetes, más temprano que tarde, terminará por demostrar que en realidad sólo pone freno al desarrollo local, esa lejana meta pendiente para la región, mientras que las rentabilidades extraordinarias que supuestamente se cuestionan por aquel método podrán optar, en todo caso, por seguir captándose en otras latitudes.